domingo, 23 de febrero de 2014

La Bodeguilla, 14 de febrero de 2014

Esta es la segunda cena de la era blog de nuestro Club Gastronómico. En esta ocasión los organizadores (José Antonio Cabrera y Antonio Barco) optaron por La Bodeguilla (La Bodeguilla) que se encuentra en la Calle Moreno de Vargas, 2, de Mérida -aún no nos hemos atrevido a celebrar una de nuestras cenas fuera de Mérida a excepción de una incursión a Madrid-, al que llegamos, tras unas cervezas introductorias en el bar El Pestorejo, a eso de las diez y media de la noche. La elección fue arriesgada, no tanto por el restaurante en sí, como por el hecho de que se trataba de la primera vez que repetíamos refectorio en la existencia de nuestra Asociación.

El menú, de presupuesto cerrado a 35€ por persona, que nos preparó Emilio (luego comentaré algo acerca de él) fue:

ENTRANTES
Parrillada de verduras, surtido de ibéricos y quesos y foie

PLATO PRINCIPAL 
Chuletón de lomo de Kobe (900 gr.)

POSTRES
Surtido de postres

BEBIDA
Cerveza y vino Emilio Moro finca Resalso


Restaurante La Bodeguilla

El local, situado en pleno centro de Mérida, es angosto en primera impresión y en mi opinión sobra la pecera de la entrada, pero como ya lo conocíamos no resultó chocante -la verdad es que tampoco elegimos los restaurantes por su belleza arquitectónica, sino más bien por su calidad gastronómica- y, tal y como ocurriera en la primera visita, nos tenían reservado un apartado en el que los nueve comensales, si no me fallan las cuentas, estuvimos perfectamente atendidos y muy a gusto -echamos en falta a Juan Antonio, ¡no faltes la próxima vez!-. 

Los socios del club, 1

Los socios del club, 2
Lo primero tras acomodarnos, las bebidas: cervezas en primera ronda y alguna copa de vino que habitualmente se reserva para la comida, pero que algunos ya decidieron catar desde el principio. No puedo pronunciarme acerca del vino en esta ocasión, pues no lo probé, ni tan siquiera recuerdo la añada, pero seguro que alguno de los comensales podrá comentar algo, aunque debo decir que quienes lo tomaron comentaron su excelencia.

Charlando animadamente, objetivo: arreglar el mundo

Los entrantes llegaron rápido y saciaron nuestro primer envite. El foie estaba exquisito, tal vez graso en exceso -a pesar de ser foie gras-, pero no sobró nada, lo cual es indicativo de la calidad. La parrillada, sin embargo, tenía el punto de aceite justo y las verduras estaban perfectamente hechas a la plancha. El surtido de ibéricos aceptable y el queso muy bueno -me considero un alumno aventajado en lo que a quesos se refiere y soy bastante exigente con este producto-, así que mi total aprobación. Tal vez aquí, algún bocado debí acompañarlo con vino, pero no fue noche de caldos para mí.

La parrillada de verduras


El plato principal -donde claramente se intuye la mano de Antonio- llegó llegó tras la retirada de los escasos restos que quedaron de los entrantes y, como digo, no hay mejor señal que esta para certificar que la comida es de nuestro agrado, pues somos gente de buen y abundante comer. En este punto voy a insistir en el servicio, la camarera que nos atendió verdaderamente fue un encanto en su trato con nosotros y, sobre todo, realmente profesional, creo que es digno de mención porque no es habitual encontrar personal así hoy en día. No recuerdo el nombre, pero seguro que alguien podrá echarme una mano en esto. 

Más charla en la velada: viejos recuerdos
El chuletón fue servido con el punto solicitado por cada invitado; en general la opinión es que estaba algo por encima de lo pedido, lo cual es un detalle a cuidar por parte de la cocina, también me atrevería a aconsejar que la cubertería fuese algo más apropiada para partir esta carne, sin embargo no fallaron en la calidad del producto que fue magnífica. Me hubiese encantado que nos hubiesen mostrado el chuletón antes de ponerlo a la brasa porque es espectacular el veteado marmóreo de la carne de Kobe, detalle que se pierde cuando lo sirven preparado, aunque comprendo que para la cocina gestionar nueve chuletones, cada uno con un punto distinto, debe ser complejo y no da pie para realizar demasiadas florituras. A pesar de ello estaba exquisito y realmente impresionaba la presentación por su gran tamaño rebosante en el plato. Al margen de la admiración generalizada que produjo dicha presentación debo decir que tuvimos varios instantes de silencio durante este servicio, detalle indicativo de lo mucho que disfrutamos el plato. Hubo incluso quien no dejó nada.
Chuletón
Por último, en los postres sirvieron tres tipos de tartas, correctas todas ellas, sin demasiados alardes. Destacaba con cierta diferencia la de tres chocolates que, de otra parte, es mi debilidad. Esa estaba realmente buena, las otras, como digo, aceptables. 

Finalizamos la velada con alguna que otra copa que estaba incluida en el precio, aunque se trata más bien de un detalle de la casa muy de agradecer, como el hecho de que Emilio, el dueño, que no pudo estar esa noche, nos llamase por teléfono preguntando cómo había ido la cena. Chapó por el gesto.

Magnífica velada, repetiremos nuevamente; seguro.



Rubén Cabecera Soriano.


Mérida a 14 de febrero de 2014.