martes, 16 de junio de 2015

QUINTAESENCIA

El restaurante Quintaesencia se encuentra apostado en Cervantes, una de las calles más céntricas y con más historia de la ciudad de Mérida. Se encuentra regentado por una pareja de origen astur-onubense –un aspecto que puede observarse en su carta- de trato muy agradable. Aunque en esta ocasión sólo pudimos saludar al dueño, que fue quien realizó en exclusiva todo el servicio que habíamos apalabrado con anterioridad.

Dirigidos por Alberto Cubero y Pepe Fuentes –comité organizador al que agradecemos las gestiones realizadas- el Club se dirigió a este céntrico restaurante que pocos de sus miembros conocían. Como es buena costumbre y si no fuera así no sería nuestro Club, hubo convocatoria oficial en el bar Sol con su archiconocida especialidad de pestorejo y las ya consabidas filtraciones. Así es la vida, no pestorejo, no way.  Llama la atención, consultada la lista de restaurantes de la ciudad que realiza Tripadvisor, que el restaurante ocupa una magnífica cuarta posición con una crítica generalizada de los clientes de 4,5 sobre 5 estrellas, rozando la excelencia. Sin embargo como decíamos, nos llamó poderosamente la atención que un viernes en turno de cenas fuéramos los únicos sentados a la mesa en toda la noche. Alguien comentó que en turno de comida siempre hay más comensales, extremo éste que tendremos que confirmar. 



Hablando del local, a pesar de su céntrica ubicación en una casa de las antiguas de la ciudad, casi pasa desapercibido entre los negocios colindantes que no se dedican precisamente a la restauración; quizás no ayude el hecho de que no tiene una entrada que resulte llamativa, sino más bien pequeña e inadvertida y no resulta fácil diferenciarlo a primera vista. En todo caso, una vez dentro el local resulta contenido y el ambiente se percibe tranquilo, no podemos referir de momento más sobre este aspecto pues éramos los únicos clientes de la noche. Aún así el local no destaca por una decoración excesivamente cuidada, donde dominan los tonos anaranjados aunque tampoco desagrada por su sencillez, contribuyendo a esa sensación de tranquilidad que referimos, dándole protagonismo a la comida, lo que no es malo sino todo lo contrario. En general podríamos decir que se trata de un sitio agradable para sentarse a la mesa. 

Unas fotos del local sacadas de su web.




En cuanto al servicio que nos ofreció el responsable de Quintaesencia, debemos decir que fue de lo más cercano y simpático que hemos visto a la par que profesional. Él solo atendió todas las peticiones del Club con diligencia y buen sentido del humor. Se mostró cercano y amable, prestándose con una nota de humor a cantar las comandas que nos iba sirviendo para que el Sr. Barco pudiera grabarlas y ayudar luego en la realización de esta sufrida crónica y por primera vez, transmitirla a los miembros que no pudieron asistir en pseudo streaming por WhatsApp. Este Club es transparencia total, ahora que está tan de moda. Un diez en atención, simpatía y cercanía bien entendida con el cliente. Incluso añadiríamos que, habiendo apalabrado en las previas la cantidad de vino a degustar y habiendo sobrepasado ésta, tuvo el buen gusto de servir otra botella más sin pasarla por la dolorosa. Todo un detalle con el cliente que denota conocimiento del oficio y un saber estar que no es precisamente baladí en los tiempos que corren. Desde aquí agradecemos el gesto.

Toca hablar del menú. Cerrado como suele ser costumbre y a un precio a considerar: 25 euros por persona. Se compuso de unos entrantes al medio, un primero, segundo y postre, café y licor incluidos, además del vino y de la cerveza. Generalizada la opinión entre los miembros del Club de haber disfrutado de una comida en cantidad no excesiva –para una cena es de agradecer- pero suficiente para salir sin hambre, con una calidad de viandas excelente desde entrantes a postre, habiendo disfrutado de uno de los mejores precios de los que hemos disfrutado en el Club. El menú se compuso de las siguientes especialidades:
Entrantes,
Tostas de paté de jabalí y paté de patatera
Foie de pato casero al Pedro Ximénez con reducción de vino
Ensaladilla rusa de salmón con falso caviar rojo
Ensalada de atún fresco, naranja y fresa con crema de Módena

De primero,
Atún al eneldo

De segundo,
Cachopo asturiano

De postre,
Mousse de Luis Felipe

El vino tinto,
Condado de Oriza. Crianza. Bodegas Pago del Rey

Haciendo una valoración general sobre la cena, diremos que consideramos de calidad la materia prima que se nos sirvió. Dando unas pinceladas, sobre los entrantes diremos que la patatera gustó, sobre todo a uno de los organizadores. El foie con los piñones y la compota de manzana es un clásico. No gustó la excesiva cantidad de reducción de vino que lo empapaba, quizás con un pequeño toque habría sido suficiente. La ensaladilla rusa fue todo un descubrimiento, gustó mucho y aportó un toque de sorpresa al menú, pues el salmón sustituyendo al atún aporta una suavidad extraordinaria. Completa además el efecto visual el falso caviar rojo, que si bien no aporta excesivo sabor, sí que por su colorido sugiere como bastante apetecible el plato. Finalizando los entrantes y diríamos que es lo que más gustó al personal, se encuentra la ensalada de atún fresco. Según nuestro anfitrión, el atún fresco se cuece allí mismo y podemos dar fe, que éste estaba exquisito, sustentado por los pimientos asados que servían de base. La mezcla además de la naranja y la fresa aportan ese toque ácido que el plato parece necesitar y constituyen en sí otra de las sorpresas de la cena, pues no es muy frecuente encontrar ensaladas con esta mixtura de ingredientes. Como pero a los entrantes señalaremos que tanta reducción de vinagre de Módena (en la ensaladilla rusa  y en la ensalada de atún) es algo cansada y demasiado repetitiva. Quizás fuera un acierto sustituirla, aunque en términos generales los entrantes estuvieron correctos. En cuanto al primero, atún al eneldo, es de destacar que estaba en su punto y que casi se deshacía en la boca. La guarnición de espárragos verdes a la plancha con la cereza, en nuestra opinión, es todo un acierto. Y el plato fuerte de la noche, el cachopo astur. Se trata de dos filetes superpuestos de retinto, rellenos de jamón, queso, toque de foie, cebolla caramelizada, perejil y espárrago picado. Todo ello en empanado y con queso de cabrales de cobertura, como se puede apreciar en las imágenes. El plato gustó, una mezcla muy curiosa y fácil de comer. Quizás lo que sí se echó en falta fuera un poco más de queso de cabrales por encima, habría potenciado mucho más los sabores del cachopo y habría sido una explosión de asturianidad, al fin y al cabo el cachopo es plato con origen astur, como nos hizo saber amablemente nuestro anfitrión. Al Sr. Barco incluso le habría gustado aún más. Las patatas fritas que lo acompañaban no estuvieron a la altura, siendo deseable que en una próxima ocasión hubieran sido frescas y no congeladas. En cuanto a la mousse con dulce de leche, nata y brandy Luis Felipe que da nombre a la elaboración final, hizo las delicias de los que gustamos de un toque dulce después del salado. Mención especial merece el vino, Condado de Oriza, de las Bodegas Pagos del Rey. Un crianza Ribera del Duero del 2011, 100% tempranillo, que ha permanecido 14 meses en barrica nueva de roble americano y después de su envejecimiento pasa 9 meses más en botella. Un vino con una entrada suave y  sabroso en el paso, reconocible para los que gustan de la denominación de Ribera del Duero, que hizo las delicias de todos los que disfrutamos del vino.

El foie

La ensaladilla

La ensalada

El atún

El cachopo

La mousse

El vino

En definitiva, una cena del gusto de este Club. Contextualizando todo lo dicho hasta ahora en un precio más que atractivo (recordaréis que han sido 25 euros, no es ningún roto en el bolsillo). Diremos pues que la velada transcurrió  sin aspectos negativos que merezcan la pena destacar, con algunas cuestiones mejorables pero con otras notables y un lugar interesante para degustar alguna de las sorpresas que a buen seguro deben existir en el menú, visto alguno de los platos que degustamos, y que harán que nos salgamos de la típica carta de muchos de los restaurantes de la ciudad. Lugar acogedor y recomendable, dado el buen hacer que la fusión astur-onubense que regenta el restaurante consigue transmitir.

Por supuesto, una vez más pusimos broche a la cena intentando arreglar los rotos que le hicimos al mundo en la última reunión del Club hace dos meses, para lo cual en esta ocasión contamos con la inestimable compañía de Pumuki y Trabuco.  La vida sigue siendo así, no gin no way, chacho. 



Hasta la próxima. Y salud,

Juan Antonio Aragón.

sábado, 18 de abril de 2015

CERVECERÍA MUNICH

La gastronomía es comprendida en cierta medida como sustento diario de los cuerpos -y de los espíritus- que a la vez, según quién la practique, puede ser elevada a la categoría de arte y éste, como ha de ser según mandan los cánones, debe trabajarse con regularidad. Por ello nuevamente en la brecha, nueve miembros del Club acudimos prestos a trabajar una nueva experiencia culinaria que según el plan que nos habían preparado, contaba con una pizca de arte que logró sorprendernos a todos. Hasta el punto de que hubo un miembro del Club que no pensando tomar alcohol por imposibilidad farmacológica, al enterarse de la estrategia de ataque esa noche, decidió de inmediato cambiar de postura con cierto alivio.

Así las cosas tras realizar la convovatoria oportuna en el restaurante AYRE, donde pudimos esperar tomando unas primeras cañas con unos pinchos cortesía de la casa bastante decentes -en oposición a lo que se suele servir en otras barras de la ciudad- tomamos rumbo hacia la CERVECERÍA MUNICH, objeto del Club en la noche del viernes. Antes de entrar en materia es necesario matizar varios aspectos algo peculiares en esta cena.  Especiales por el histórico de locales visitados por el Club desde su fundación en el año 2012, y por un elemento que jamás había faltado en ninguno de los eventos realizados, que aquí no estuvo presente: ni visitamos un restaurante ni contamos con vino en la cena. Y nadie los echó de menos. Abundando aún más en esta cuestión, por una vez lo más importante no fue la comida. Así, sin que se nos fuera la sonrisa de la cara al enterarnos del plan, nos presentamos en una cata de cervezas artesanas alemanas y belgas en la Munich. Justo es también reconocer la buena labor a los organizadores del evento, el Sr. Presidente del Club, José Antonio Cabrera y Antonio Campos, que además de evitar filtraciones semanales prepararon una muy buena velada.

Hablemos del local. La cervecería es un lugar agradable, cada día más. A ello ayuda la sensación de que el tiempo camina más despacio en su barra degustando una buena cerveza y la decoración que va implementando el local, aumenta esta sensación día a día, dotando de más personalidad al sitio. Se encuentra situado en Nueva Ciudad, en una zona de fácil aparcamiento. No se trata de un lugar amplio y espacioso, sino más bien contenido, lo que a nuestro juicio no le resta encanto, sino que se lo añade. Poseen una carta de más de 100 variedades de cervezas de distintos países con tradición, lo que permite al degustador acudir en numerosas ocasiones sin tener que repetir cata. A todo esto debemos sumar un par de cosas más. Por una parte una carta de tapas y raciones muy popular, sin ambiciones que sobrepasen el oficio al que verdaderamente se dirigen, pero que lo complementa a la perfección y por supuesto, de una buena calidad y precio más bien contenido. Y por otra, el buen hacer de Miguelón y su gente, que nos hicieron sentir como si estuviéramos en nuestra propia casa.




Y ahora hablemos del menú. Se trató de una elaboración de precio muy contenido, 24 euros por persona, para lo que estamos acostumbrados -es cierto que no se trata de un restaurante- que estuvo conformado por la cata de cinco cervezas especiales y seis especialidades de su carta de comidas, una de ellas fuera de la carta habitual, el codillo, que eran servidas al centro. Es justo decir también que Miguelón en un ejercicio de correcto anfitrión, cuando ya dábamos por cerrada la cata, nos homenajeó con otra cerveza belga más que usamos como postre. Así pudimos cerrar el siguiente menú:

1.Andechs Spezial Hell. Cerveza alemana, tipo lager de 5,9 º.
-Jamón Ibérico de bellota.
2.Weihenstephaner Vitus. Cerveza alemana, tipo weizembock, trigo, 7,7 º.
-Queso de oveja curado.
3.Brugse Zot. Cerveza belga, tipo ale de 6 º.
-Salchicha especial alemana.
-Tosta de anchoa.
4.Brasserie D´Achouffe blond. Cerveza belga, tipo strong ale, 8 º.
-Pluma ibérica.
5.Cerveza tostada belga de 8 º. Debido al éxtasis acumulado, ninguno de los miembros del club fue capaz de recordar su nombre, aunque dejamos prueba gráfica de ella.
-Codillo de cerdo al horno.
6.Delirium Tremens Christmas. Cerveza belga, tipo strong ale ,de 10 º para cerrar.

En lo que se refiere a la calidad de las viandas nombradas, nada que objetar. Un jamón y un queso que nos sorprendió muy gratamente -el jamón coincidimos en que es de los mejores que hemos probado, por encima de algunos retaurantes-, una tosta de anchoa que cumplía perfectamente con su función de hacer de transición entre las cervezas de trigo y malta y unas carnes decentes para acompañar los platos fuertes de la noche, las cervezas de más graduación. Sólo un pero pondríamos a lo servido y es que el codillo, desde nuestro gusto, debiera haber tenido un golpe final de horno a todo gas. pero en líneas generales todo lo que se nos puso nos gustó.

En cuanto a las cervezas daremos por bueno y por reproducido todas las notas de cata que gentilmente nos explicó nuestro anfitrión y que aquél que esté interesado puede encontrar en una búsqueda fácil por internet. Diremos no obstante que nos sorprendió la baja presencia de carbónico en la Spezial Hell que hace que puedas beber sin sentirte saciado toda la que quieras -o puedas-; haber probado una de las mejores cervezas de trigo hasta la fecha con la Vitus; y volver con la memoria a las maravillosas tierras belgas con las deliciosas Zot, Chouffe y Delirium. Y añadir que Miguelón, además de recibirnos en la misma entrada mientras escanciábamos una jarra de cerveza y esperábamos a que se preparara nuestra mesa, estuvo con nosotros durante toda la velada cada vez que se nos servía una de las cervezas, dándonos unas breves explicaciones de la misma. Muy buen trato al cliente y buen conocimiento de su oficio, además de un servicio eficaz por parte de su gente. Unas imágenes de lo escrito hasta ahora.






Y de postre... 10 º.



Los miembros del club brindando por un nuevo arreglamiento generalizado del mundo.



En definitiva, una estancia más que agradable en este local que promete convertirse -si no lo es ya- en sitio de obligada peregrinación para todos los amantes de la buena cerveza en Mérida. Repetiremos sin duda alguna. Y esto fue todo, amigos. ¿Todo? Aún faltaba la guinda.


¡Salud!

Juan Antonio Aragón.



jueves, 25 de diciembre de 2014

Gonzalo Valverde, 13 de diciembre de 2014

A nadie se le escapa que la gastronomía es un forma de socialización practicada con gran frecuencia en nuestra sociedad. Cada vez que hay algo que celebrar es costumbre que un grupo se reúna alrededor de una mesa con una buena pitanza (que nada tiene de cotidiano) a la que acompañamos de un buen caldo (poco importa su gradación alcohólica o la procedencia y fermentación del mismo) con el que mojarnos el gaznate. Es, curiosamente, en torno a la comida donde se produce ese encuentro entre gente de muy distinta índole, pero que, sin embargo, tienen durante unas horas (a veces demasiadas) un punto de unión que, de ordinario sería difícil encontrar y establecer. En nuestro caso este encuentro se da de "forma reglamentaria" cada dos meses como ya es sabido, pero en esta ocasión las condiciones del mismo fueron diferentes a las habituales. Así pues, haciendo honor a esta diferencia contaremos el evento alejándonos algo de los parámetros narrativos habituales. La ocasión lo merece, aunque, como es obvio, y ya que se trata de un texto de carácter culinario procuraremos no desprendernos del análisis crítico (nunca objetivo) de los platos que nos acompañaron en la comida del 13 de diciembre en el Restaurante Gonzalo Valverde que, dicho sea de paso, tiene el honor de ser el más frecuentado por este, nuestro club gastronómico, en su aún corta, pero prometedora existencia.


Conviene aclarar, antes de nada, que el leve retraso que se ha producido en la publicación de este texto se debe a que, al tratarse de un evento singular que no seguía los cánones habituales, estaba previsto que la descripción de la comida cayese en manos de alguna de las personalidades invitadas por cortesía del Club Gastronómico Los Mataos, pero, a la vista de la ausencia de voluntarias para tan noble fin, ha sido necesario retomar la costumbre habitual y seré yo quien ejerza de anfitrión literario para comentar la comida (que no cena) que celebramos juntos hace un par de semanas.



Comencemos:

Érase una vez un grupo de amigos que, por vicisitudes de la vida, que más tienen que ver con los años transcurridos que con otra cosa, decidieron fundar un club que les permitiese tener una excusa para juntarse cada cierto tiempo y celebrar, entre otras cuestiones, su amistad, además de rememorar eventos de viejas glorias y actualizarse recíprocamente en lo que a las cuestiones vitales, que a cada uno acontece, se refiere. Como quiera que la vida va introduciendo cambios en las personas, añadiendo compañeros y compañeras (y en ocasiones sustrayéndolos, esta es la ley natural) fue decisión unánime invitar para la última cena (aunque se tratase de una comida tal y como se ha indicado) del año 2014 a las consortes de los socios fundadores (y a algún otro miembro más), y así aconteció. Tras no pocas discusiones (amigables todas ellas) se acordó fecha y lugar, y algo parecido a un menú concertado para cuya elección se presentaron numerosos candidatos, pero que finalmente se decidió por el artículo 33 de los Estatutos del Club, lo cual es de agradecer porque, en caso contrario, seguramente aún estaríamos decidiendo qué tomar.  

Obviaremos la descripción del local, puesto que no es la primera vez que venimos y no debemos caer en repeticiones innecesarias, así que me remito a un entrada antigua del blog por si es del interés de alguien recrearse con este establecimiento: Otra comida en el Restaurante Gonzalo Valverde.


El Viña Mayor, un Ribera del Duero del que cayeron muchas botellas, nos abrió el apetito nada más sentarnos a la inmensa mesa constituida por 19 comensales. En realidad no todos lo tomaron, ya que, entre otras circunstancias, había mujeres en estado de buena esperanza y madres con pequeños en edad de ser amamantados, con lo que, para ellas, los alcoholes estaban vetados. 


Los entrantes llegaron puntuales, como siempre, prácticamente nada más sentarnos:

Jamón ibérico de bellota
Tabla de quesos extremeños y patés de la casa
Ensalada de caprese con lomos de sardina ahumada y mozzarella
Rollitos de morcilla de Guadalupe y piñones con crema de peras y reducción de Pedro Ximénez
Raviolis de foie con crema de hongos




La degustación no se hizo esperar y la avidez con la que se tomaron estos entremeses hace pensar que no eran malos, o que era mucho el hambre. Hay que decir que el jamón, en mi humilde opinión, no estuvo a la altura, aunque no sobró. Los quesos estaban ricos y la ensalada, en realidad, era demasiado normal, le faltaba imaginación a pesar de que los productos no eran malos. Con los rollitos y los raviolis la cosa cambia. Estaban exquisitos. Los raviolis bien podrían haber sido plato principal e incluso se habría agradecido, ya que son tremendamente sabrosos. Los rollitos, como acompañamiento, son una delicia, posiblemente mayor cantidad terminasen saturando ya que se aprecia el aceite en el que se fríen. 

El primer plato llegó caliente, con un olor muy agradable que te hacía la boca agua:

Arroz meloso con boletus (también ¿carrillada de cerdo?)



El título del plato se escapa a lo habitual pues no está en la carta (y pedimos disculpas por ello); imaginamos que es más culpa nuestra que del restaurante porque teníamos comensales que no podía tomar la versión crustácea del mismo. En cualquier caso aquí no me queda más remedio que dar la enhorabuena al chef. El arroz estaba exquisito y no es fácil cogerle un punto tan suculento. La verdad es que junto a los ravioli fue el plato estrella.

Durante la degustación de este plato de arroz se fue pidiendo a los comensales que eligiesen para el plato principal entre carne o pescado: 

Lomo de bacalao asado con patata trufada, puré de coliflor y jugo de avellanas
Entrecotte de buey con patatas confitadas



Mi elección fue la carne y creo que me equivoqué. No es habitual que Gonzalo ofrezca un plato a medias, pero si lo comparamos con el pescado, ya la presentación echaba un poco atrás. Verdaderamente no resultaba apetecible, aunque debo decir que no estaba mala la carne, y, sin embargo, no la terminé. Dicho lo cual, esto no es más que una opinión personal, pero a veces una imagen vale más que mil palabras y creo que las fotografías anteriores hacen honor a lo expresado.

El postre, mi particular especialidad, la verdad es que no estuvo a la altura. Era una suerte de crema de nata, excesivamente grasa y, a la par, demasiado dulzona a la que no pude meterle mano (en el buen sentido, entiéndase). Estaba acompañada de las tan actualmente de moda tierras que en este caso recordaban a chocolate (o algo parecido). En cualquier caso imagino que hubo gente a la que sí le gustó. 


Tengo la impresión de que el restaurante estaba desbordado de trabajo por las fechas en las que nos estábamos moviendo y la cocina se vio afectada. Es comprensible y, a pesar de esto, conviene indicar que el servicio no se vio afectado ni un ápice. Entiendo que son circunstancias excepcionales que, lejos de merecer una leve reprobación, nos dan pie a que haya una cuarta visita con el club, que a título individual ya ha habido varias y ninguna queja de ellas. En este caso nos quedaremos con un aprobado que será fácilmente mejorable en la próxima reválida.

Por cierto el precio de la comida fue de 40€ por persona y para quien tenga curiosidad: Sí, fue necesario una derrama para las invitadas.

En cualquier caso fue una velada sumamente agradable y, aunque hay cosas que no cambian nunca, como el hecho de que las mujeres se sentaran a un lado y los hombres a otro (será que nos provocamos ciertas alergias si pasamos demasiado tiempo juntos) disfrutamos de unas horas juntos muy buenas de las que creo que también participaron las invitadas de honor.


Ahora mismo no recuerdo quiénes son los responsables de organizar el siguiente encuentro (supongo que ya en las condiciones habituales) que se celebrará en Febrero, pero sean quiénes sean que se vayan poniendo las pilas que cada vez estamos más exigentes...

Rubén Cabecera Soriano.

Mérida a 25 de diciembre de 2014 (con un trancazo de escándalo y no tiene nada que ver con el alcohol).

domingo, 12 de octubre de 2014

Rex Numitor, 10 de octubre de 2014

Hoy estamos de celebración. Es el segundo aniversario de nuestro Club Gastronómico Los Mataos o abreviado, CGM, como mandan las modas y, a pesar de que muchos ni nos acordábamos, dos años ya casi nos dan una mayoría de edad suficiente que debería permitirnos afrontar con cierta tranquilidad una nueva cena del grupo. No es así, siempre hay inquietud o mejor, expectación, por el lugar que elegirán los responsables de organizar tan distinguido evento; y en esta ocasión les tocó en suerte a Alberto Cubero y a Enrique Gabaldón tamaña responsabilidad. 

El lugar del encuentro para arrancar la noche fue La Plaza de España (ha sido necesario abandonar el tradicional Pestorejo porque alguno no era capaz de llegar con apetito a la cena), en uno de los muchos bares que han tenido a bien abrir en esa zona y que le ha devuelto en gran medida la vida que había perdido, quizá en demasía porque no pudimos encontrar sitio y debimos cambiarlo a última hora, a la vista de las dificultadas para encontrar hueco donde encontrarnos con comodidad. Así que nos trasladamos a La Corrala, todo un clásico, que muchos creíamos ya habría cerrado (ya vamos teniendo una edad, es inevitable). Tras las salutaciones obligadas, acompañadas de sus buenas cervezas, nos trasladamos al restaurante en que celebraríamos el refectorio. En esta ocasión le tocó en suerte (véase como una expresión popular, pues cada pareja que organiza se toma muy en serio el evento y busca hasta encontrar con qué sorprender al resto) al restaurante Rex Numitor sito en la Calle Castelar, 8 de, cómo no, Mérida (vuelvo a lanzar aquí una rogativa para cambiar la localización, como ya ocurrió en alguna ocasión, y no creo que nadie se hay arrepentido). 


Estamos de estreno con este restaurante y toca celebrar aquí el aniversario. La verdad es que el local está muy bien (qué voy a decir yo que participé en su rehabilitación), así que en esta ocasión voy a saltarme la parte arquitectónica aunque no puedo evitar comentar que la fachada me parece un cliché de lo romano, de lo emérito (referido a Mérida, entiéndase bien, aunque la otra connotación no le queda demasiado lejos), pero en fin, no deja de ser una opinión personal.



Así pues, sin más preámbulos, vamos directos al menú, de precio cerrado como siempre, por 32€, Recomendación del Chef, según me indica uno de los organizadores:


ENTRANTES
Surtido de ibéricos de bellota (Jamón Ibérico, Lomo Ibérico, Morcón de presa, Chorizo Rojo, chorizo blanco ibérico y lomito ibérico de bellota)

PRIMER PLATO
 Gazpacho de cerezas del Jerte con helado de Aceite de Oliva

SEGUNDO PLATO
 Presa Ibérica macerada en miel y limón sobre Mojo Rojo

POSTRE
Crema ligera de queso con helado casero de fresa

Incluido: Pan Artesanal de trujillanos, Agua Mineral, Refrescos, Cerveza, café expreso y chupitos de licor Extremeño

BEBIDA
Agua, cerveza y vino tinto, Azpilicueta Crianza



Lo primero es lo primero, y los entrantes no estaban del todo mal. Nada del otro mundo. Al final siempre pasa lo mismo, vamos a restaurantes, nos sirven entrantes y terminamos echando en falta algo de calidad o de cantidad. Somos extremeños, mire usted, y, de otras cosas no, pero de embutidos sabemos un rato... Al margen de lo cual reconozco que no estuvieron del todo mal, aunque yo personalmente eché en falta algún queso. En cualquier caso tal vez hubiese sido interesante algo más de sofisticación en la presentación del plato, más que nada para que no tuviésemos la sensación de estar en una de esas bodas a las que nos invitan y no queremos asistir.




El primer plato ofrecía un nombre suculento (desde aquí pido a los próximos organizadores, si es posible, que, cuando vayan a servir el plato, lo presenten antes, pues vamos a plato elegido) “Gazpacho de cerezas del Jerte con helado de Aceite de Oliva” y la presentación no tenía nada que ver con los entrantes inmediatamente anteriores. En un plato alargado colocan el helado solo, huele claramente a aceite de oliva, puedes probarlo y está rico, imagino que lo preparan ellos. Posteriormente el camarero sirve el gazpacho de cerezas que también sabe muy bien y que permite una mezcla deliciosa que se agradece en el paladar. Un plato dulce, pero al mismo tiempo salado. Un acierto.





El segundo plato no se hizo esperar y eso es de agradecer. Verdaderamente el servicio, si es bueno, ayuda a la hora de saborear los platos, llegas a ellos con más ganas, que no apetito (aunque esto también puede ocurrir). La “Presa Ibérica macerada en miel y limón sobre Mojo Rojo” no se presentaba de forma estrafalaria, pero tenía sus detalles. Es un plato pensado, sencillo que no simple, en el que claramente todo se jugaba a la calidad y al punto de preparación de la carne (tal vez con un golpe de horno final). Pues bien, la presa estaba exquisita, tierna, casi se deshacía, pero con la consistencia de la carne de cerdo. El macerado sabía, pero no por exceso, y eso se agradece porque el punto de miel se notaba sin resultar empalagoso junto al punto cítrico del limón. El mojo era más un detalle decorativo en el plato a primera vista, pero yo, que me fijé en los platos de mis colegas, puedo confirmar que casi todos lo rebañaron.




Debo decir aquí con respecto al vino que, aunque a primer golpe, me resultaba algo amargo, el sabor afrutado combinada extraordinariamente bien con la carne. Otro acierto a pesar de que los hemos tomado mejores.



Ahora llega el postre, mi especialidad. En este caso nos pusieron una "Crema ligera de queso con helado casero de fresa". Estaba rico, delicioso sería demasiado, aunque la combinación permitía paladear bien los sabores, pero tal vez la crema resultaba algo empalagosa. Demasiada nata a mi parecer. Nada de estridencias, pero insisto en que estaba bueno, aunque el sirope de fresa hay que mejorarlo.



Algo en favor del menú, y que no ocurre siempre, es que prácticamente nadie dejó nada en ninguno de los platos, lo cual significa, de una parte que gustó y de otra que las raciones estaban equilibradas y eso es un acierto en el haber del restaurador.

Antes del café, las risas de siempre con anécdotas incluidas, aunque en esta ocasión no llegué a enterarme del asunto. Por cierto, me gustaría encontrar algún lugar en el que poder disfrutar de un té preparado como dios manda: Fuera las malditas bolsas individuales que ofrecen sabores un tanto artificiales (en fin es una queja como cualquier otra que nada tiene que ver con este restaurante porque es muy generalizado).


Siempre hay risas en las cenas.

Después del café o té nos sirvieron un chupito, detalle que se estila mucho en los restaurantes y que, al fin y al cabo hace las veces de digestivo o, al menos, eso se dice. Aunque mucho me temo que el verdadero digestivo vino después con las copas que ya nos tomamos fuera del local.


En resumen una magnífica cena para todos (hubo pleno en la asistencia) en el que el restaurante Rex Numitor escapó con un bien alto, muy cercano al notable.


Rubén Cabecera Soriano

Mérida a 10 de octubre de 2014.