domingo, 12 de octubre de 2014

Rex Numitor, 10 de octubre de 2014

Hoy estamos de celebración. Es el segundo aniversario de nuestro Club Gastronómico Los Mataos o abreviado, CGM, como mandan las modas y, a pesar de que muchos ni nos acordábamos, dos años ya casi nos dan una mayoría de edad suficiente que debería permitirnos afrontar con cierta tranquilidad una nueva cena del grupo. No es así, siempre hay inquietud o mejor, expectación, por el lugar que elegirán los responsables de organizar tan distinguido evento; y en esta ocasión les tocó en suerte a Alberto Cubero y a Enrique Gabaldón tamaña responsabilidad. 

El lugar del encuentro para arrancar la noche fue La Plaza de España (ha sido necesario abandonar el tradicional Pestorejo porque alguno no era capaz de llegar con apetito a la cena), en uno de los muchos bares que han tenido a bien abrir en esa zona y que le ha devuelto en gran medida la vida que había perdido, quizá en demasía porque no pudimos encontrar sitio y debimos cambiarlo a última hora, a la vista de las dificultadas para encontrar hueco donde encontrarnos con comodidad. Así que nos trasladamos a La Corrala, todo un clásico, que muchos creíamos ya habría cerrado (ya vamos teniendo una edad, es inevitable). Tras las salutaciones obligadas, acompañadas de sus buenas cervezas, nos trasladamos al restaurante en que celebraríamos el refectorio. En esta ocasión le tocó en suerte (véase como una expresión popular, pues cada pareja que organiza se toma muy en serio el evento y busca hasta encontrar con qué sorprender al resto) al restaurante Rex Numitor sito en la Calle Castelar, 8 de, cómo no, Mérida (vuelvo a lanzar aquí una rogativa para cambiar la localización, como ya ocurrió en alguna ocasión, y no creo que nadie se hay arrepentido). 


Estamos de estreno con este restaurante y toca celebrar aquí el aniversario. La verdad es que el local está muy bien (qué voy a decir yo que participé en su rehabilitación), así que en esta ocasión voy a saltarme la parte arquitectónica aunque no puedo evitar comentar que la fachada me parece un cliché de lo romano, de lo emérito (referido a Mérida, entiéndase bien, aunque la otra connotación no le queda demasiado lejos), pero en fin, no deja de ser una opinión personal.



Así pues, sin más preámbulos, vamos directos al menú, de precio cerrado como siempre, por 32€, Recomendación del Chef, según me indica uno de los organizadores:


ENTRANTES
Surtido de ibéricos de bellota (Jamón Ibérico, Lomo Ibérico, Morcón de presa, Chorizo Rojo, chorizo blanco ibérico y lomito ibérico de bellota)

PRIMER PLATO
 Gazpacho de cerezas del Jerte con helado de Aceite de Oliva

SEGUNDO PLATO
 Presa Ibérica macerada en miel y limón sobre Mojo Rojo

POSTRE
Crema ligera de queso con helado casero de fresa

Incluido: Pan Artesanal de trujillanos, Agua Mineral, Refrescos, Cerveza, café expreso y chupitos de licor Extremeño

BEBIDA
Agua, cerveza y vino tinto, Azpilicueta Crianza



Lo primero es lo primero, y los entrantes no estaban del todo mal. Nada del otro mundo. Al final siempre pasa lo mismo, vamos a restaurantes, nos sirven entrantes y terminamos echando en falta algo de calidad o de cantidad. Somos extremeños, mire usted, y, de otras cosas no, pero de embutidos sabemos un rato... Al margen de lo cual reconozco que no estuvieron del todo mal, aunque yo personalmente eché en falta algún queso. En cualquier caso tal vez hubiese sido interesante algo más de sofisticación en la presentación del plato, más que nada para que no tuviésemos la sensación de estar en una de esas bodas a las que nos invitan y no queremos asistir.




El primer plato ofrecía un nombre suculento (desde aquí pido a los próximos organizadores, si es posible, que, cuando vayan a servir el plato, lo presenten antes, pues vamos a plato elegido) “Gazpacho de cerezas del Jerte con helado de Aceite de Oliva” y la presentación no tenía nada que ver con los entrantes inmediatamente anteriores. En un plato alargado colocan el helado solo, huele claramente a aceite de oliva, puedes probarlo y está rico, imagino que lo preparan ellos. Posteriormente el camarero sirve el gazpacho de cerezas que también sabe muy bien y que permite una mezcla deliciosa que se agradece en el paladar. Un plato dulce, pero al mismo tiempo salado. Un acierto.





El segundo plato no se hizo esperar y eso es de agradecer. Verdaderamente el servicio, si es bueno, ayuda a la hora de saborear los platos, llegas a ellos con más ganas, que no apetito (aunque esto también puede ocurrir). La “Presa Ibérica macerada en miel y limón sobre Mojo Rojo” no se presentaba de forma estrafalaria, pero tenía sus detalles. Es un plato pensado, sencillo que no simple, en el que claramente todo se jugaba a la calidad y al punto de preparación de la carne (tal vez con un golpe de horno final). Pues bien, la presa estaba exquisita, tierna, casi se deshacía, pero con la consistencia de la carne de cerdo. El macerado sabía, pero no por exceso, y eso se agradece porque el punto de miel se notaba sin resultar empalagoso junto al punto cítrico del limón. El mojo era más un detalle decorativo en el plato a primera vista, pero yo, que me fijé en los platos de mis colegas, puedo confirmar que casi todos lo rebañaron.




Debo decir aquí con respecto al vino que, aunque a primer golpe, me resultaba algo amargo, el sabor afrutado combinada extraordinariamente bien con la carne. Otro acierto a pesar de que los hemos tomado mejores.



Ahora llega el postre, mi especialidad. En este caso nos pusieron una "Crema ligera de queso con helado casero de fresa". Estaba rico, delicioso sería demasiado, aunque la combinación permitía paladear bien los sabores, pero tal vez la crema resultaba algo empalagosa. Demasiada nata a mi parecer. Nada de estridencias, pero insisto en que estaba bueno, aunque el sirope de fresa hay que mejorarlo.



Algo en favor del menú, y que no ocurre siempre, es que prácticamente nadie dejó nada en ninguno de los platos, lo cual significa, de una parte que gustó y de otra que las raciones estaban equilibradas y eso es un acierto en el haber del restaurador.

Antes del café, las risas de siempre con anécdotas incluidas, aunque en esta ocasión no llegué a enterarme del asunto. Por cierto, me gustaría encontrar algún lugar en el que poder disfrutar de un té preparado como dios manda: Fuera las malditas bolsas individuales que ofrecen sabores un tanto artificiales (en fin es una queja como cualquier otra que nada tiene que ver con este restaurante porque es muy generalizado).


Siempre hay risas en las cenas.

Después del café o té nos sirvieron un chupito, detalle que se estila mucho en los restaurantes y que, al fin y al cabo hace las veces de digestivo o, al menos, eso se dice. Aunque mucho me temo que el verdadero digestivo vino después con las copas que ya nos tomamos fuera del local.


En resumen una magnífica cena para todos (hubo pleno en la asistencia) en el que el restaurante Rex Numitor escapó con un bien alto, muy cercano al notable.


Rubén Cabecera Soriano

Mérida a 10 de octubre de 2014.

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