domingo, 10 de agosto de 2014

Gonzalo Valverde, 8 de agosto de 2014

Hay que reconocer que este sistema que ideamos para juntarnos cada dos meses y celebrar con un refectorio nuestra amistad resulta sumamente agradable y agradecido. Además, el punto de sorpresa que añade el hecho de que "solo" (lo entrecomillo porque así debería ser, a pesar de las inevitables filtraciones) la pareja que organiza el evento sepa dónde va a ser la celebración, resulta, en cierto, modo intrigante, puesto que se revela instantes antes de dirigirnos al local en cuestión. 

No voy a decir que nos estemos convirtiendo en sibaritas, pero cada vez somos más exigentes con la comida (en una extraña simbiosis entre cantidad y calidad) y con el local. Esto lo tengo claro y tal vez tenga que ver con la experiencia que nos da el hecho de haber pasado por muchos de los restaurantes de Mérida y parte, pequeña, eso sí, del extranjero (esta cuestión deberemos mejorarla poco a poco).

En esta ocasión el restaurante elegido por los organizadores, Antonio Campos y Marco Acedo fue Gonzalo Valverde, que se encuentra en la Avenida José Fernández López s/n de Mérida. Este restaurante ya pasó hace algún tiempo por nuestros paladares, aunque por aquel entonces todavía no teníamos en marcha nuestro blog. En cualquier caso, y vaya por adelantado, el comentario que surgió de boca de todos fue la notable mejoría con respecto a la anterior ocasión, sin que aquella cena sea recordada con desazón, ni mucho menos. Lo primero que tengo que decir (la profesión de arquitecto me puede) es que el local me gusta mucho, decorado con esmero, sin estridencias, invita a disfrutar de la comida. Además, el emplazamiento es inmejorable, a la orilla del Guadiana con unas vistas imponentes sobre el río, y una terraza muy agradable, como pudimos comprobar en la copa que disfrutamos en su terraza. Pero como aquí no hemos venido a hablar de arquitectura pasamos a someter a juicio el menú.

Vista del salón principal del restaurante. Foto extraída de la web www.gonzalovalverde.com
Los comensales a la mesa.  El fotógrafo, Antonio Campos, es el que falta.
Lo primero, como en anteriores ocasiones y antes de pasar a los platos del menú, el servicio. ¿Alguien dijo algo acerca del mismo durante la cena? No, el motivo: fue magnífico, no faltó nada a nadie durante el evento. Los platos fueron fluyendo a buen ritmo sin que nadie quedase con hambre entre uno y otro y dando tiempo a los fumadores de disfrutar de la terraza entre platos. Yo he tenido la suerte de comer en alguna ocasión más en este restaurante y debo decir que el trato fue realmente apropiado. Es cierto que no nos sirvieron el vino cuando la copa se vaciaba, pero éramos un grupo lo suficientemente numeroso y autónomo como para que nadie echase en falta esa cuestión menor. El único detalle, sin la mayor importancia, puesto que quedó como mera anécdota, fue la copa de nuestro querido Luis que comenzó a tomársela ya cuando los hielos de las de los demás comenzaban a derretirse.

El menú, de precio cerrado, como siempre, a 38,90€, consistió en: 

ENTRANTES AL CENTRO
Tabla de quesos extremeños
Paté de la casa al vino de Madeira
Foie de la casa con gelatina de uva y coulis de fresas naturales
Jamón ibérico extremeño
Tostas calentitas de boletus pinicola con panceta ibérica ahumada, gratinadas con queso cheddar
Ensalada de codorniz de campo en escabeche ligero de verduritas de temporada, con brotes tiernos

PRIMER PLATO INDIVIDUAL
Arroz meloso de boletus Edulis con carrillada de cerdo. Una variante del arroz meloso de boletus Edulis con laminas de foie de la carta.

SEGUNDO PLATO, INDIVIDUAL A ELEGIR ENTRE
Lomo de bacalao confitado, y su pil-pil de hongos
Entrecot de buey, asado con escamas de sal, y sus patatas fritas tradicionales

POSTRE
Tarta caliente de hojaldre con crema y con helado de vainilla o crema (no recuerdo bien). También una variante del postre de la carta Tarta caliente de hojaldre con ciruelas del Jerte y crema con helado de miel.

BEBIDA
Agua, cerveza y vino Viña Mayor, Ribera del Duero, Tinto Roble 2012,
Se incluye una copa al final de la velada

Los entrantes fueron abundantes, lo suficiente como para aplacarnos en el primer envite, especialmente a aquellos que no pudimos disfrutar de las cañas previas. En este caso, básicamente se puede valorar la calidad del producto presentado, puesto que la elaboración es escasa y debemos reconocer que los quesos fueron muy buenos, así como el paté y el foie. Sin embargo, por poner alguna pega, el jamón no era lo esperado, sin ser malo en absoluto, pero teniendo en cuenta que nos encontramos en tierra de jamones, pensábamos que tendríamos algo más.


La ensalada, en mi opinión estaba muy bien preparada y presentada y si mi paladar no me engaña, aprecié virutas de foie, además de la codorniz. En cualquier caso estaba bastante buena, aunque eché de menos algún aliño algo más jugoso o tal vez algo más de sabor en el escabeche .


En las tostas, el suculento sabor del boletus resaltaba con gracia, pero a mi parecer estaba algo graso, aunque el sabor final resultaba exquisito.


Como viene siendo costumbre y, a pesar de no ser especialista en el tema, siempre me gusta probar el vino, al menos para que la reseña que se incluya no sea una mera elucubración y esté más o menos justificada. Desde aquí lanzo una propuesta para el organizador de eventos por antonomasia del grupo: Antonio, ¿para cuando una cata de vino (o cervezas) y quesos? El caso es que el Viña Mayor de 2012, me resultó un crianza (si no me equivoco y en su caso que me corrijan los que saben de esto) algo brusco al principio, pero con un gusto agradable con el tiempo, resultando casi fresco y muy afrutado al final, cosa que personalmente agradezco.  


El primer plato fue muy resultón, realmente efectivo. No aparentaba ser un plato de consistencia a pesar de tratarse de un arroz, pero sin embargo su sabor era realmente delicioso. Tenemos en el grupo algunos especialistas en arroces que mostraron su aprobación más rotunda. Desde luego, como variante del menú "oficial" estaba realmente suculento. El toque de la carrillada le daba una sabor levemente graso al caldoso que hacía que uno se relamiese con cada cucharada. Creo que la sustitución de las láminas de foie por la carrillada fue un acierto, viniese de quien viniese la idea.



En el segundo plato hubo gente que optó por la carne y gente que se inclinó por el pescado, a pesar de que hubo quien pensó que viniendo de un grupo fundamentalmente cárnico, el entrecot iba a salir vencedor por goleada. La verdad es que no sé si fue porque estábamos ya algo llenos o porque la edad no perdona y las digestiones nocturnas son más pesadas, pero la realidad es que las peticiones estuvieron bastante equilibradas. 

Mi elección fue el pescado, un lomo de bacalo de tamaño aceptable, acompañado de una salsa exquisita de hongos, realmente deliciosa. Me encantó, hasta el punto de que uno llegaba a olvidarse del bacalao, lo cual, visto en perspectiva no sé si es realmente bueno. En cualquier caso el plato resultó muy rico y con una presentación realmente atractiva.



Los que eligieron el entrecot salieron muy satisfechos. Yo personalmente probé un bocado que me ofrecieron y debo reconocer que estaba muy bueno, la carne muy bien tratada, en su punto y de un tamaño apropiado, inesperado puesto que al fin y al cabo no era plato único. Mi más sincero reconocimiento a Gonzalo que se portó realmente bien con nosotros.  




Ahora vamos a mi punto fuerte, los postres. Debo decir que la presentación del mismo fue bonita, sencilla sin más, pero agradable y trabajada. La pequeña tarta estaba muy buena con un punto casi crujiente roto por la crema entre capa y capa de hojaldre y acompañada perfectamente por el helado (que si no me equivoco no era de miel, al menos a mí no me lo pareció, cosa que me fastidió un poco porque ya había probado ese helado y es realmente exquisito). Solo echo en falta un punto de sabor, tal vez ácido, que rompiera el excesivo dulzor del conjunto. Puede ser que faltase la ciruela del Jerte, que al menos en mi postre no aparecía.


Terminada la cena nos facilitaron una mesa en la terraza donde nos deleitamos con algunas copas disfrutando de risas y anécdotas intercaladas con conversaciones serias, que también de eso tenemos. Acabamos muy tarde, como siempre, con lo que es de agradecer más aún si cabe que nos permitieran disfrutar de las instalaciones de tan bonito lugar hasta altas horas de la madrugada. La anécdota de la noche (la que se puede contar) la protagonizó un señor que salió inopinadamente del quiosco de madera al lado del cual nos encontrábamos sentados, con la consiguiente sorpresa (susto para algunos) de todos.






Una cena más de un magnífico grupo al que me siento orgulloso de pertenecer. La evaluación final del restaurante Gonzalo Valverde, muy positiva, sale airoso con un notable alto.


Rubén Cabecera Soriano.

Mérida a 10 de agosto de 2014.


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