lunes, 14 de abril de 2014

A de Arco, 11 de abril de 2014


Debo reconocer nada más empezar que, para esta cena, el sitio me parece encantador, con un diseño exquisito y de envidiable emplazamiento, pegado –literalmente- al Arco de Trajano de Mérida: piedras, historia, arquitectura y… ¿gastronomía? 



Alberto Cubero y Juan Antonio Aragón, pareja en la que recaía la responsabilidad de seleccionar el lugar de nuestra celebración, eligieron el restaurante "A de arco", que se encuentra en la Calle Trajano 8, de Mérida. Como viene siendo costumbre, que ya comienza a tener vestigios de tradición, el punto de encuentro fue el tradicional bar “El Pestorejo” (antiguo “Sol” para los de generaciones vetustas), supongo que en algún momento alguna de las parejas organizadoras terminará cayendo en la tentación de celebrar allí una cena, no sé si me atreveré a hacer entonces la crónica…

Como siempre, después de algunas cañas acompañadas de sus correspondientes tapas de pestorejo –¿qué pensabais que sería?-, los organizadores nos llevaron al restaurante cuyo nombre se mantiene en secreto hasta instantes antes de comenzar la cena. Algunos se asombraron de la localización, otros –seguramente debido a las filtraciones- mostraban su mejor sonrisa cómplice según nos acercábamos.





En realidad la sorpresa o el desconcierto –según se mire o según quién mire- surgió cuando, al entrar, nos encontramos con las consortes de algunos de los miembros de la asociación. Saludos, besos y anécdotas aparte, nuestro reservado para diez, nos acogió con el retiro esperado que permite elevar el tono de las conversaciones, aunque la realidad es que no contamos nada del otro mundo, eso sí , procuramos ser silenciosos –ya me entienden-.

El menú, de presupuesto cerrado a 36€ por persona, fue:

ENTRANTES INDIVIDUALES
Embutidos ibéricos: Jamón ibérico de bellota, Lomo ibérico de bellota, Queso extremeño

PRIMERO AL CENTRO
Chipirones de anzuelo encebollados

SEGUNDO INDIVIDUAL
Jamoncito de cochinillo Segoviano asado

POSTRE
Tiramisú casero con cafés y tés.

BEBIDA
Agua, Cerveza y vino Ramón Bilbao, crianza edición limitada.


Antes de iniciar las observaciones sobre el menú, debo reconocer que el servicio fue realmente bueno, incluso el dueño -no recuerdo el nombre y ya lo siento- bajó en un par de ocasiones a ver cómo llevábamos el refectorio y nos abrió el primer vino. Uno es consciente de lo bueno que es el servicio cuando no se da cuenta de hay camareros que están sirviendo, recogiendo, poniendo y quitando, todo ello a pesar de que, tal vez, el salón privado, aunque con mucho encanto, resultaba algo estrecho para los diez comensales.





El primer envite fue al pan, muy bueno, recién salido del horno, casi todos tuvimos necesidad de una segunda pieza en cuanto llegaron los entrantes. El jamón, el lomo y el queso, buenos, de calidad, pero tal vez algo escaso en cantidad. Teniendo en cuenta que se trataba de un entrante individual, el plato resultaba pequeño. Al menos acompañó muy bien el vino. Gran elección, exquisito incluso para aquellos que somos poco experimentados en estas artes vitícolas. Alguna frase para el recuerdo de uno de los comensales: “Este vino incluso me gusta a mí”. Efectivamente fueron muchas las botellas que circularon por la mesa, recontarlas no sería educado a estas alturas, pero creo recordar que nos gustó a todos.




El plato de chipirones fue al centro, estaba muy bueno, aunque en mi opinión pecó de escaso, tal y como había ocurrido con los entremeses. Considero que fue un error de presentación, tal vez los dos primeros platos debían haber ido al centro, conjuntos y posiblemente la sensación de “carestía” hubiese pasado desapercibida. En cualquier caso, insisto en las bondades de los chipirones, no es un plato especialmente elaborado; digamos que no forma parte de la alta cocina –aunque tampoco puedo asegurar que hubiésemos sido capaces de apreciarlo-, pero ciertamente estaban ricos.


A estas alturas de la cena –con alguna botella de vino ya vencida- comenzaron las discusiones acerca de lo divino y de lo humano, sobre las bondades del grupo, anécdotas pasadas y posiblemente futuras y aclarando –como suele ser habitual- quién es la próxima pareja organizadora.

La esperada llegada del segundo plato –realmente el plato principal- alivió claramente el rostro de los organizadores, algo preocupados a mi entender por la “reducida” cantidad de comida de los primeros servicios. En este sentido quiero tranquilizarles, somos de mucho comer, pero luego nos quejamos del estómago –imagino que también tienen que ver la suerte de caldos que acompañan la cena y el postre-.  En cualquier caso, el plato fuerte, el jamón de cochinillo al horno fue todo un acierto, espectacular de sabor, jugoso en su totalidad, prácticamente se deshacía en la boca. Mi enhorabuena a la cocina del “A de Arco” porque, sin ser un plato pretencioso ni de gran elaboración, el golpe de horno estaba muy bien resuelto y todos teníamos nuestros platos –os recuerdo que somos diez- en su justo punto.




Para finalizar la velada recibimos expectantes el postre. Un tiramisú demasiado dulce en mi opinión que resultaba un tanto empalagoso, aunque algunos comensales realzaron su sabor. Yo tomé el té con limón sin azúcar.




Unos licores sirvieron para poner fin a otra magnífica cena de la Asociación.


Rubén Cabecera Soriano.

Mérida a 12 de abril de 2014.

1 comentario:

  1. Buen resumen de la cena. La pareja organizadora asiente: los entremeses individuales algo escasos y los chipirones -el toque de mar que se pretendía en el menú- muy escasos. Desde nuestro punto de vista erraron en la cantidad que no en la disposición, creo sinceramente que hubiésemos tenido la misma sensación. Es cierto que la degustación del menú completo dejó satisfecho al personal, pero la primera sensación en esto del comer influye bastante y en este caso, no se cuidó por ese aspecto. Del vino está todo dicho, para bien.

    Coincidimos en la espectacularidad del sitio y en lo relajado del reservado, que nos alejaba del trepidante y animado ruido del bar de tapas, aunque la iluminación de éste era mejorable y la acústica, a partir de la tercera botella de vino, algo atronadora.

    Destacamos la enorme calidad de las viandas servidas -sabor, apariencia y calidad excelentes-. Consideramos el precio del menú un poco elevado según estos parámetros, como hemos comentado algunos platos fueron reducidos, con la cantidad correcta no hubiera parecido sido esa la sensación. Asimismo el servicio nos pareció correcto y cuidado y no hubo objeción alguna a ninguna de las peticiones de los comensales.

    Sin duda un sitio para repetir, aunque por la pega que nos queda, quizás fuese recomendable tirar de la carta en la próxima ocasión.

    Un saludo.

    Un saludo a todos.

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